Llegó la primavera, hacía casi un año que no había vuelto a escribir nada y parece mentira que el tiempo pase tan rápido... Esta época del año reivindica los comienzos y la creación de cosas, por eso me parece oportuno retomar algunos hábitos olvidados y darles un nuevo principio. No puedo olvidarme de mi queridísimo medio limón, Terevere, a la que le dedico especialmente esta entrada por inspirarme, obligarme y hacer de "musa" ocasional. Bueno, al tema, las fresas probablemente representan de algún modo (en mi imaginario personal) el súmmum de la primavera, o al menos cada vez que pienso en ellas se me viene a la cabeza esta estación y no puedo evitar acordarme de los batidos que nos hacía mi madre de pequeños... Ñoñerías aparte, y tras una buena temporada sin cocinar o probar nada nuevo, me dio por intentar esta mousse después de que me entraran unas ganas terribles de comerla cuando la hizo mi amiga Tere. Así que, aprovechando una vez más unas vacaciones al calor del hogar familiar, me equipé convenientemente con unas varillas maravillosas y me puse manos a la obra.

Había intentado hace algún tiempo hacer una mousse de chocolate con resultados más bien catastróficos que terminaron en una especie de natillas líquidas no muy agradables, pero esta vez iba a conseguir esa textura esponjosa y lograr un postre ligero y fresquito, y al final lo conseguí porque, como dicen en la película "The best exotic Marigold Hotel"(que no recomiendo especialmente) "Toda historia tiene un final feliz, y si no es feliz, ése no es el final". Pues eso, que logré mi mousse de fresa con una textura increíble y no tardé más de 15 minutos y nada más, aquí os dejo con esta súper receta para que la intentéis y celebréis la primavera, el buen tiempo, las terracitas y los nuevos principios.

MOUSSE DE FRESA
INGREDIENTES:
250 gramos de fresas
400 gramos de nata líquida para montar
4 claras de huevo
4 cucharadas soperas de azúcar

PREPARACIÓN:

Lavar y cortar las fresas en trozos (entiendo que no es necesario explicar que hay que tirar la hoja verde y las zonas venidas a menos de la fruta en cuestión, pero acabo de hacerlo, así que ya da igual). Ponerlas en un recipiente, triturarlas hasta que estén bien batidas y reservar. Para evitar las pepitas podéis pasar el zumo por un colador y un chino posteriormente, así la mousse quedará más suave.
A continuación, montar la nata hasta que quede una consistencia cremosa sin que parezca espuma o quede muy compacta y agregar el azúcar. Yo creo que con un par de cucharadas soperas basta y sobra, pero si las fresas son de invernadero y están muy ácidas podéis añadir un par más. Recomiendo no abusar mucho del azúcar o se perderá el sabor de la fresa que es la gracia de la receta en sí. Cuando la nata esté lista, la ponemos en la nevera para que se mantenga fría mientras montamos las claras. Es importante que las claras estén al punto de nieve y con una consistencia firme, ya que si no están en el punto exacto y sin nada de líquido, no obtendremos la textura de mousse que estamos buscando. Un truquito para conseguir esta consistencia es añadirles un pellizco de sal para que se monten más fácilmente.

En este momento, mezclamos el zumo de fresas con la nata montada y vamos añadiendo poco a poco las claras utilizando la varilla manual mientras realizamos movimientos lentos y envolventes para no perder la textura. Cuando la mezcla esté lista solo tenemos que rellenar los recipientes donde las vayamos a servir y meterlas en la nevera al menos unas cuatro horas. Yo las dejé todo un día prácticamente y al final el agua de las fresas se fue al fondo, así que os recomiendo que no las dejéis reposar mucho más tiempo.

Para finalizar podéis decorar y presentar la mousse con unas hojitas de menta o una fresa abierta en el borde de la copa y ya está listo para comer.
Es una receta francamente fácil si se tienen los instrumentos adecuados así que os recomiendo que la hagáis y disfrutéis de las fresas.

¡Feliz primavera para todos y hasta la próxima!