Hola a todos de nuevo.

En estos días de cambios, reordenación y nuevos comienzos en los que me encuentro involucrada, inauguro en el día de hoy una nueva sección que bautizaré como Anecdotario. En realidad pensaba llamarla Bestiario, pero tras mucho meditar, he decidido reservar este nombre para futuras secciones. 

QUE PUEDO ENCONTRAR EN ANECDOTARIO
Bien, en esta sección encontrarás a tu disposición una serie de textos descriptivos sobre acontecimientos de mi día a día en la gran ciudad y la visión provinciana de una servidora sobre los mismos. La mayoría de estos textos podrían servir para rellenar el programa de Iker Jimenez, sin embargo, debido a la falta de ouija y/o/u bola de cristal entre mis enseres, yo me limitaré a ser breve y a analizar los hechos en cuestión de la manera más objetiva posible.

COMO VOY A REACCIONAR ANTE ANECDOTARIO
Si eres provincian@ como yo, en la mayoría de los casos te sentirás profundamente identificado e incluso podrás relacionar acontecimientos de tu vida diaria con los mismos. Es posible que tú tengas tu propio anecdotario y quieras compartirlo por el bien de la humanidad, en ese caso, deja tu comentario y tus experiencias en cualquier entrada de esta sección.

POSIBLES REACCIONES ADVERSAS ANTE ANECDOTARIO
Para todos aquellos que no sepan de lo que hablo o no lo hayan sufrido en sus carnes, indicarles que la lectura de estos textos descriptivos no ha provocado hasta la fecha ningún tipo de reacción adversa, aunque se han descrito casos en los que el paciente ha comenzado a identificar y experimentar este tipo de acontecimientos a posteriori.

COMO ANECDOTARIO PUEDE AYUDARME
Anecdotario funciona como una especie de terapia de grupo donde compartir y narrar tus experiencias con los demás, puede ayudarte a entender los acontecimientos en profundidad y ahondar en la raíz de estos sucesos para-anormales.

Y una vez explicado el motivo y justificación de esta nueva sección, no queda más que presentar esta primera entrada de Anecdotario, un caso que he dado en llamar: El misterioso caso del Maquinavaja Donsimonero y la rusa despampanante que lo insultaba.

Que comience la sesión....

DEL MISTERIOSO CASO DEL MAQUINAVAJA DONSIMONERO Y LA RUSA DESPAMPANANTE QUE LO INSULTABA.
Pues resulta que salía yo de uno de mis trabajos (soy pluriputeada desde que me independicé) e iba disfrutando de mi lectura en un vagón vacío del tren que me lleva a Barcelona, cuando una pareja de lo más peculiar decidió que tenía que compartir conmigo los mismos asientos. Este hecho es un claro ejemplo y pista de que un suceso se aproxima, pero inmersa como estaba en mi lectura no lo ví venir... Ante la pregunta del sujeto número 1 de “¿Qué tal moza?” cometí el fallo de levantar la vista de mi libro y contestar “bien”. CRASO ERROR. Ante este tipo de situaciones, la gran ciudad y sus oriundos proceden a emitir un gruñido, si proceden a emitir algo claro está, o por el contrario actúan como si la materia de los sujetos colindantes no existiera. Pero mi naturaleza provinciana profunda es más fuerte que todo eso y luchando contra el sentido común que promulga la experiencia, decidió que tenía que hacerse oír y contestar a la pregunta que el sujeto número 1 había formulado. Cuando conseguí darme cuenta del tamaño de mi falta, descubrí con asombro la apariencia del sujeto número 1 que procederé a llamar a partir de ahora, “El Maquinavaja Donsimonero”.

(Para todos aquellos que no conozcan el personaje de Maquinavaja, les remito a que hagan una búsqueda rápida en google para que se hagan una idea del percal)

A continuación, giré la cabeza para descubrir con estupor al sujeto número 2, que de ahora en adelante procederé a llamar “Pitufina”, puesto que así fue como la denominó el Maquinavaja Donsimonero con su “siéntate ahí pitufina”. La pitufina tenía de pitufa, lo que yo de nórdica, es decir, que ante mí se erigía una sílfide procedente de las estepas rusas, aunque este dato lo supe más tarde, de tamaño interminable, rubia, bella y estilizada, que contrastaba en tamaño, color y otras nimiedades, con el Maquinavaja Donsimonero que se sentaba en frente. 
 Maquinavaja, además, se hacía acompañar por sus fieles amigos: la maceta y el tetrabrick de Don Simón. Tetrabrick, dicho sea de paso, que desapareció raudo y veloz por su garganta, eso sí, después de ofrecerlo gentilmente a la pitufina y a mí.

Tras una lección sobre como ingerir un litro de un líquido que sin cocacola carece de sentido vital para mí, El Maquinavaja Donsimonero procedió a obsequiarme con una perla de erudicción que, según palabras textuales, “cambiaría mi vida para siempre”. Ese dato excepcional consistía, nada más y nada menos, en “EL SIETE DE CORAZONES”. Si amigos, para qué quiere uno que le toque la lotería, conocer el amor eterno, alcanzar el Tao o incluso el Nirvana, cuando tiene a su disposición “EL SIETE DE CORAZONES”. No podía creer que aquel pozo de sa-bi-du-ri-da decidiera compartir tamaña revelación conmigo, así que decidí prestar completa atención para no perder una sola palabra de su discurso. Sin embargo, tras un largo monólogo de unos 4 o 5 minutos, la única palabra que conseguí entender fue ... repóquer. Y es que, queridos míos, esta es otra gran verdad sobre los sucesos, cuando un gran secreto está a punto de revelarse ante ti el destino, la dicción y las adicciones del sujeto, evitan que entiendas una puñetera palabra de lo que se te ofrece incluso poniendo la máxima de tus atenciones.
Orgulloso de su sapiencia, Maquinavaja miró a Pitufina, Pitufina le devolvió la mirada y ambos sonrieron... a mi empezaron a entrarme ganas de llorar, y justo cuando comenzaba a creer que el destino ya no tenía nada que ofrecerme, ocurrió lo inesperado, El Maquinavaja Donsimonero decidió compartir un secreto más conmigo y me cedió su bien más preciado, su maceta, para que pudiera deleitarme con su delicada fragancia. Perpleja, acerqué con cuidado aquellas flores rosas de plástico hasta mi nariz para descubrir con asombro un profundo y sedante olor a PORRO procedente del interior de su pistilo. Sin salir de mi asombro ante semejante milagro de la naturaleza, conseguí emitir una nota mental interior para futuras situaciones de necesidad “¿Dónde coño se conseguirán estas macetas?”. El Maquinavaja Donsimonero leyó mi mente y, con un movimiento rápido y eficaz, arrancó un trozo del pistilo de plástico y me lo tiró al pecho mientras la pitufina comenzó a emitir una serie de gritos, que yo intuí insultos, no por conocimiento del idioma en sí mismo sino más bien por la entonación. Pitufina no veía con buenos ojos que El Maquinavaja Donsimonero compartiera sus secretos conmigo, sobre todo teniendo en cuenta que acabábamos de llegar a Plaza España, los pocos pasajeros que habían subido al tren no paraban de mirarnos y en el andén se divisaba una figura familiar con perro. 
Tras cantarle probablemente su canción de amor, que no reconocí, pero que venía a decir algo así como : “Doooooooooon lluuuuuuuuuuuu juarrrrrrrrrrrriiiiiiiiiiii mi looooooooooooofffffffffffffffffffffff”, Maquinavaja Donsimonero se subió los pantalones, tiró el tetrabrick al suelo del vagón, agarró su maceta con fuerza y se lanzó en post de la salida cual alma que lleva el diablo. En medio de toda la confusión generada por este suceso singular, conseguí volver en mí y, haciendo acopio de todas mis fuerzas, lancé enérgicamente al vagón el regalo que me había concedido el gurú de las drogas escondidas y me deslicé por el andén tan rápido como pude justo a tiempo para ir a parar al lado del perro del señor que todos tenemos en mente.

Y eso es todo amigos.  Siempre recordaré la estampa de esta extraña pareja y, cada vez que pase por un chino, revisaré todas las macetas de plástico por si me encuentro un siete de corazones.

Que seáis felices