Hace poco acudí a los cines Verdi a ver esta película. Me encantan estas salas porque todas las películas de la cartelera se encuentran en versión original, además el cine está localizado en una de las calles más interesantes del barrio de Grácia y el ambiente es bastante acogedor. Me pareció una película apropiada para una agradable tarde de domingo con amigos: los diálogos son divertidos y ágiles, el tema amable, los ambientes muy logrados y la combinación de diferentes idiomas bastante familiar... pero poco más la verdad. Decidí ir a verla tras leer un artículo sobre el director en el País. El propósito de Bon Appétit, en principio, es acercar la típica historia de amor a una realidad con la que cualquiera de nosotros podamos identificarnos y la moraleja un Carpe Diem moderno: disfruta la vida tal y como viene, arriésgate, alégrate, sufre... Bueno, no dudo de las buenas intenciones del director, David Pinillos, pero yo no veo su realismo-romántico por ninguna parte. La historia me parece manida, los personajes poco creíbles y el final bastante inverosímil, al menos lo suficiente como para llegar a sentirme identificada con la historia. En cierto modo creo que Pinillos intenta recrear una aproximación a las historias de Daniel Sánchez Arévalo (de hecho Pinillos es su montador habitual) pero sin llegar a la universalidad de éstos, por muy bizarros y extravagantes que sean, y eso se nota. Aprovecho la oportunidad para llamar la atención sobre el actor italiano Giulio Berruti, que aunque pésimo actor da gusto verle en pantalla, y más aún sobre Nora Tschirner, a mi entender la única que se salva... si, y digo esto con todo el dolor de mi corazón porque mi adorado Unax Ugalde me dejó fría.
No obstante, Bon Appétit da vueltas a cualquier pastelón americano de sobremesa protagonizado por Jennifer Aniston o Drew Barrimore, así que, si os apetece pasar una tarde tranquila y relajada, acudid a verla alegremente, eso sí, que sea en domingo y en versión original.